Cuando te sacudes imperturbable
me desarmo en hebras
irrecuperables.
Reviso a veces tu intimidad pública
buscando una mención a mi fantasma.
Ayer, por vez única,
rodó por tu falda
en un lamento, rechistado al pasar, tu adiós
a tu recuerdo de mí en ti encerrado
de quien fuiste Dios,
creador y creado.
Tu cabello se desarmará en mil hebras
(a pesar de su terneza, como plata)
cuando te muevas.
Será mi venganza.
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