domingo, 10 de octubre de 2010

Estaba leyendo el blog (porque suelo leerlo repetidas veces) cuando me detuve en el nombre. Nombre que elegí, así, queriendo un poco de azar, jugando un poco a no pensar.
Alarcón. Un apellido que suena de más aristocrático. Lo cierto es que no sabía que existía hasta que lo leí en un ensayo de Sábato... porque alguna vez intenté leer un ensayo de Sábato... y corrí a la computadora a contarle a mi amiga virtual: ¡Érika, Érika, encontré tu apellido en un libro!
Entonces me acordé de Érika. Claro, qué curioso, pero tan curioso no es. Érika fue quien, de manera puramente casual, me llevó a las puertas de Lacrimosa. Digamos que me tiró el pincito de la banda desde un piso cuatro mientras yo estaba rastrillando el pasto con los dedos en planta baja.
Y a partir de ella, que Dios sepa dónde está ahora, porque no la vi (conectada) ni hablé más, aunque a lo mejor ahora que lo pienso en algún momento la borré para evitar esa incomodidad que conocemos nosotros los de la generación del Messenger de saberse con otro online y mudo, online y no tengo ganas de hablarte, y si llegamos a intercambiar unos saludos es menéster que nos disculpemos de alguna forma para fingir una distancia física de la computadora que nos impide realmente establecer una conversación como las de antes, porque antes hubo conversaciones fascinantes y enroscadas y que duraban hasta altas horas de la mañana y nos hicieron creernos conectados más allá de lo virtual, a partir de ella, como decía, mi cabeza dio un par de tumbos camino a lo que es hoy. Algo distinto a lo que venía siendo. Qué sé yo, ya son cinco de los diecisiete años que Lacrimosa va adentro mío y es grande el lugar que se hizo. Para no olvidar. Para vivir.
Así que todo esto me trajo al pensamiento de que en realidad este blog vendría a ser una especie de homenaje a esta chica, esta mexicana hoy anónima que estudiaba algo, algo... Que trabajaba en algún lado... Que tenía una hermana cruel... Y un homenaje al azar, al azar de mentira que me llevó a evocarla, y al azar de Internet que tendió las redes que unieron fugazmente mi camino al de ella. Y a Lacrimosa, aunque a veces me canso y me da hasta algo de vergüenza repetir el nombre, Lacrimosa. Qué tonta, ya va a pasar.
Ah, y también quería comentar: nócralAlarcón es un maravilloso capicúa (idea originaria también de Érika) que quise escribir con esa A en mayúscula. Porque así realzo, vieron, mi manía por la simetría, reina del orden que tanto odio.
Saludos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario