domingo, 28 de noviembre de 2010

Estos años no tiene sentido hablar, escribir. Porque todo lo que pueda producir en palabras es en vano, es despreciable, es basura cósmica. A veces me asusto de lo equivocada que estoy y estuve aún cuando más brillante me pensé. La vergüenza lo cubre todo: siempre me rodea y envuelve y persigue. La insatisfacción y el enojo conmigo misma son mi única certeza. El resto es esporádico, relativo, altamente subjetivo y pasajero. El resto carece de valor.
Y sobre todo, o debajo de todo, o atrás, o adelante, la pregunta, el interrogante milenario: ¿quién soy yo? ¿Qué es ser yo? Que cansa, cansa de ser tan preguntado, tan interrogado. Por qué no, de agotado, se muere y desaparece ya.
Será que cuando fui tan feliz fui yo... ¿O es que fui feliz porque escapar de mí logré por una vez?
Certezas que no tienen forma, dudas que ya no encuentran signos... Basura cósmica. A callarla.

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