martes, 13 de julio de 2010

Estoy convencida de que me espiás.
El otro día me levanté del sillón y sentí, como un ventarrón chiquito. Tal vez no era nada; la ventana estaba abierta. Pero tus alas son del color del cielo y mis ojos, más ciegos que los tuyos. Seguro.
Sin embargo ando sin miedo por la vida, desplazándome de habitación en habitación y de repisa a sillón y de sillón a sofá. Sin miedo a pisarte, a quitarte la vida. Y es un hecho que adoro confesar, que hasta barro el suelo con pies y manoplas. Pero para escaparse las hormiguitas parece que tengo dedos y hacen de ellos coladores que protegen tus oídos furtivos. Tus dedos como insectos. Araña de patas-hilacha.
Nunca sola, nunca muda, nunca invisible. Vos siempre ahí, agujero negro y cabeza de alfiler, tras de mí.

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