viernes, 4 de junio de 2010

Me gustó esa mirada canchera. De joda. Que hacías.
Cuando volvía a casa conté la cantidad. Tres. Cuatro. Wow, cuatro. No, mierda. Fueron cinco. ¿Ya seré su peor pesadilla?
Ahora tengo la boca pastosa. Los ojos rasposos. El pelo arruinado. El vientre irritado. Las manos temblorosas.
Pero tengo esa mirada. Esa mirada canchera. Y cinco a cuestas. Y marcas en la cara. Y ganas de un cigarrillo, dos. Y de cortarme las venas.
Gas. Pensé en el gas de la estufa.

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